dos profesoras con mascarilla miran libros

Aimar está muy concentrado escribiéndose una carta a sí mismo. “La abrirá en junio y verá si se ha cumplido lo que se está contando”, comenta su maestra, María Ruiz, antes de inclinarse hacia el chico de siete años y pedirle que la lea. “Esta tarde es la foto del entrenamiento con Osasuna… y se me mueve el diente”. La clase en la que escribe Aimar, amplia, acogedora, muy pacífica teniendo en cuenta que alberga a 20 alumnos de primero y segundo de primaria, decorada con dibujos y con numerosas ventanas por las que se ven árboles y el río Arga, también parece un aula del futuro.

En el otro extremo de la clase, una segunda profesora, María Martínez, está ayudando a Dina a leer una frase del libro de lengua. “Fíjate en el dibujo”, le dice, señalando una ardilla que llora. Los niños están sentados de dos en dos. Cada pareja ha recibido un papel en el que se explica la actividad que tienen que realizar y que consiste básicamente en leer, escribir o jugar a describir los dibujos que aparecen en una lámina para que el compañero los adivine. Todos los alumnos están haciendo algo. La atmósfera resulta a la vez industriosa y relajada.

El colegio público Doña Álvara Álvarez de Falces, un pueblo de 2.336 habitantes situado al sur de Navarra, en el que el 39% del alumnado tiene padres inmigrantes ―la mayoría magrebíes que trabajan en la industria y plantas conserveras de la zona―, funciona con docencia compartida, es decir, con dos maestros simultáneamente en el aula. A diferencia de lo que ocurre en otros países desarrollados, hasta hace muy poco era raro ver la fórmula en la red educativa pública española, fuera de los casos en que un docente de refuerzo entraba en el aula con la misión de ayudar específicamente al alumnado con necesidades especiales, no de trabajar con el aula entera. Pero este curso se está produciendo una aceleración del modelo con los programas que varias autonomías, como Navarra (110 centros), Comunidad Valenciana (80), Castilla-La Mancha y Baleares (que no dan una cifra) están implantando en las aulas ordinarias, en gran medida gracias a la inyección extraordinaria de fondos que han recibido del Gobierno para educación con motivo de la pandemia. En otros territorios, como Aragón y Cataluña, también se están desarrollando iniciativas similares bajo la forma de proyectos de los centros educativos.

Varios profesores que están probando el sistema coinciden con los expertos que han estudiado la llamada codocencia en que esta al principio genera dudas al estar acostumbrados a trabajar por su cuenta. Pero en general, poco tiempo después el cambio les convence: el trabajo solitario se convierte en un trabajo en equipo, su estrés se reduce, el aprendizaje se hace más activo, y la atención al alumnado y el comportamiento en el aula mejoran. El principal obstáculo es el coste. Pero este, aseguran los partidarios de la fórmula, es relativo: una vez lo conocen, puestos a elegir, prefieren tener más estudiantes en clase con dos maestros que la mitad solo con uno.

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