Imagen del IES Askatasuna de Navarra

La epidemia más devastadora de los últimos 100 años ha destapado las insuficiencias del sistema sanitario y las debilidades del sistema educativo en España. Tres meses de confinamiento con los servicios públicos de salud desbordados como nunca (más de 100.000 ingresos hospitalarios en menos de 100 días; más de 45.000 fallecidos en ese tiempo por la Covid-19) y la educación metida en una pausa incierta (8,2 millones de alumnos y 712.000 profesores encerrados en sus casas a mitad de curso) han agrandado la grieta que sufre desde hace tiempo el Estado de bienestar.
Una comisión del Congreso de los Diputados estudió durante dos meses cómo reparar tanto destrozo. Casi todos los expertos defendieron la necesidad de reformar sectores públicos estratégicos, antes golpeados por los recortes de la última crisis económica y ahora heridos de gravedad durante lo peor de la pandemia.

Algunos de los que hablaron llegaron a suplicar unidad política para garantizar el futuro. Antonio Garamendi, presidente de la patronal CEOE, intervino así: “Sonroja ver la televisión y comprobar la división existente. La estabilidad es la base de la confianza”.

Esa división política hizo que el trabajo parlamentario sobre los problemas del sistema educativo fuera inútil: el Congreso rechazó por un estrecho margen (175 frente a 172 votos) el dictamen sobre el bloque social que incluía medidas para el refuerzo de la enseñanza.

La inestabilidad política que vive España desde 2015, con Gobiernos minoritarios sin apoyos suficientes, ha impedido hasta ahora cualquier acuerdo para apuntalar los pilares del Estado del bienestar.

La escuela española, sin embargo, lleva mucho más tiempo en cuestión. Tras los enormes avances que experimentó en el último tercio del siglo XX, con “un esfuerzo de expansión educativa brutal”, el especialista en educación del Banco Mundial, Lucas Gortázar, esboza un pedregoso trayecto. Primero, la incorporación masiva de alumnado extranjero en muy poco tiempo; después la burbuja económica y su explosión, la crisis y los recortes que han hecho muy difícil poner en marcha una “segunda generación de reformas” para dar ahora un salto de calidad. “Esa falta de modernización genera una sensación de agotamiento tanto en profesores como alumnos e, incluso, en la propia sociedad. Estamos como bloqueados”, dice Gortázar.

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