imagen del equipo de exiliados en la inauguración de los JJOO

Su nombre es Aram Mahmoud. Tiene 24 años y acaba de perder en la segunda escala de la competición de bádminton. Como a todo deportista le escuece, lógico, pero durante la conversación con EL PAÍS en la trastienda del Musashino Forest Sports Plaza, en la zona oeste de Tokio, luce todo el rato una sonrisa de felicidad y transmite un constante mensaje de agradecimiento. “Esto es un sueño hecho realidad, algo con lo que había soñado toda mi vida”, contesta, recordando que en 2015 tuvo que dejar atrás una vida debido a la guerra civil que se vive desde 2011 en su país de origen, Siria, y emigrar en solitario a Holanda, donde piedra a piedra se va construyendo afortunadamente un porvenir.

Como el resto de los participantes en los Juegos, él también desfiló en la inauguración por el Estadio Nacional de Tokio junto a sus compañeros, captando la atención del mundo porque es él, Aram, pero también son Abdullah, Wael, Dina, Aker, Jamal, Cyrille, Popole, Nigara, Eldric… Y así hasta 29, la cifra de componentes del Refugge Olympic Team, el equipo olímpico de refugiados que el Comité Olímpico Internacional (COI) empezó a moldear hace seis años y que compite por segunda vez en la gran cita deportiva, tras debutar hace cinco en Río de Janeiro. Entonces eran solo diez miembros.

Un año antes, durante la Asamblea General de las Naciones Unidas de 2015, el presidente olímpico, Thomas Bach, anunció su nacimiento en un contexto crítico, en mitad de una crisis humanitaria y política que condujo a más de un millón de personas a jugársela en el Mediterráneo con el objetivo de alcanzar las costas europeas. “Será un símbolo de esperanza para todos los refugiados del mundo y hará que el mundo sea más consciente de esta crisis. También es una señal para la comunidad internacional de que los refugiados son nuestros semejantes y enriquecen la sociedad”, pronunció el dirigente del COI.

El proyecto adquirió forma en Río y hoy compiten sin bandera, con los cinco anillos del logotipo olímpico en el pecho. A todos ellos los une la necesidad, el exilio, la huida de la violencia. Son supervivientes. Son los mejores de los 55 que recibieron una beca. Proceden de 11 países diferentes —Siria, Irak, Irán, Afganistán, Venezuela, Eritrea, la República del Congo, la República Democrática del Congo, Sudán, Sudán del Sur y Camerún— y compiten en disciplinas tan dispares como el bádminton, el ciclismo, la lucha, la halterofilia, la natación, el boxeo, el piragüismo, el karate, el yudo, el taekwondo, el tiro o el atletismo. Seis de ellos repiten respecto a los Juegos de Río.

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