Hasan en su casa de Vigo

Hasan tiene 17 años. Hace algo más de seis meses, nadó durante 12 horas. Así cubrió la distancia que separa la región de Tetuán, en Marruecos, de Ceuta, en España, justo donde se abre el mar Mediterráneo. A su llegada lo atrapó la policía y lo encerró, junto a cientos de niños y adolescentes africanos no acompañados, en el centro La Esperanza. Seis meses después, es uno de los menores de edad que el Gobierno central ha enviado a las comunidades para “aliviar la crisis humanitaria” de la ciudad autónoma. Residente en una casa de familia en Vigo dependiente de la Xunta y gestionada por la fundación Faibén, ha accedido a relatar su historia para elDiario.es.

Hasan es un nombre figurado. “Quiero buscar la vida”, explica, en el escaso castellano que sabe, sobre sus razones para emigrar. Nació en la región marroquí de Tánger-Tetuán-Alhucemas y allí siguen sus padres, con los que habla cada noche. Alto y fuerte, con una timidez quizás reforzada por sus dificultades con los idiomas peninsulares, repite que solo quiere trabajar y ayudar a su familia. Y tanto lo quiere que no dudó en lanzarse al mar para conseguirlo. No da muchos detalles de su travesía, pero sí que no estaba solo. Por el camino o ya en Ceuta conoció a otros menores que también procuraban un futuro en España.

En La Esperanza los almacenaron en habitaciones de hasta 16 personas. Había unas 180 por planta. Algunos, niños solos de cinco u ocho años. Dormían, comían y jugaban al fútbol, recuerda. Apenas salían a la calle. «Mejor en Vigo», dice, «no hay tantos niños». A la restrictiva política migratoria del Estado español, apoyada por la Unión Europea, se sumó la epidemia de coronavirus. El encierro se endureció. Hasta que el Reino de Marruecos, el pasado mes de mayo, decidió usar a su población para desestabilizar la frontera. Abrió paso a miles de migrantes, entre ellos muchos menores no acompañados, y los encaminó a España, que los recibió con Policía, Guardia Civil y ejército. A muchos los devolvió en caliente, práctica en teoría suprimida por el Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos. Cuando sucedió, hacía ya cuatro meses que Hasan estaba internado en la Esperanza.

La maniobra de Marruecos era, sobre todo, una manera de presionar a España para que desista en su respaldo a la posición de las Naciones Unidas sobre la ocupación y descolonización del Sahara Occidental. Y la geopolítica no repara en daños colaterales. Con Ceuta desbordada, el Ejecutivo español decidió repartir a los menores migrantes que ya se encontraban en la ciudad entre los servicios sociales de las comunidades autónomas. Excepto La Rioja, que afirmó carecer de capacidad. Su lugar lo ocuparían aquellos que habían sufrido en sus cuerpos la tensión diplomática entre los dos países. Uno de esos niños fue Hasan, que junto a otros 19 acabó bajo tutela de la Xunta. Pero la máquina burocrática estatal no suele atender a criterios humanos, protesta Ángel Martínez Puente, Gelín, educador social y fundador de Faibén.

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