Imagen de un aula de infantil

La Segregación Escolar es una guetización injustificada desde el punto de vista estadístico y contra la que nuestro ordenamiento jurídico establece mecanismos de defensa y corrección. Todos los estudios indican que el éxito del sistema depende del reparto equitativo de los recursos y de una composición social equilibrada. El caso de Pau Claris nos permite afirmar que el cambio de mirada del conjunto de los actores, la apuesta por la positividad de la diversidad social inherente y creciente en nuestros barrios y ciudades, en lugar de ser una traba para el desarrollo del proceso educativo, se puede convertir incluso en una oportunidad ilusionante.

Compromiso de las familias

Cuando en 2013 cuatro madres de la Escola Pere Vila (escuela de primaria que comparte recinto con el Institut en el Passeig Lluís Companys) empiezan a buscar cómplices para abrir un camino hacia el Pau Claris evidencian un problema de Segregación Escolar enquistado: la población inmigrante se había concentrado de manera desproporcionada hasta el extremo que el centro acabó por asumir un rol de acogida incompatible con las expectativas académicas de la población autóctona de la zona. El llamamiento de estas madres del Pere Vila tuvo una respuesta inmediata: con una reunión informal a pie de calle fue suficiente para encender la mecha de un grupo integrado por representantes de las AMPA de las escuelas adscritas al instituto (Escola Pere Vila, Escola Cervantes, Escola Baixeras, Escola del Parc de la Ciutadella, y Escola Fort Pienc) que se denominó “Amics del Pau Claris” -en un gesto de empatía hacia un centro descartado de facto por las familias de la zona.

El círculo vicioso en donde había caído el Institut Pau Claris era una derrota multidimensional para muchas familias que históricamente habían asumido el compromiso de escolarizar a los hijos en escuelas del barrio. Primero porque se rompía la continuidad en el paso a la secundaria, incluso a nivel práctico y de logística familiar. Pero también en un nivel simbólico y emocional: este esfuerzo y la apuesta por contribuir a la normalización de la escuela de proximidad, formando parte estable y mezclada con los flujos que iban incorporándose, se veía interrumpida por una dinámica social de rechazo y desconfianza hacia el centro, en la que la nula presencia de población autóctona representaba una disfunción. Pero la pérdida iba mucho más allá: significaba la derrota de muchísimas políticas públicas de apoyo a la cohesión que se habían ido implementando durante décadas. Parecía que había barreras imposibles; y esta iniciativa ciudadana lo desmintió.

Los “Amics del Pau Claris” fueron una agrupación coyuntural en la que la Administración (el Consorci d’Educació de Barcelona) vio una oportunidad para ayudar a normalizar una oferta que, si bien respondía a una lógica de distribución territorial del alumnado, a efectos prácticos había acabado siendo nula: las familias de las escuelas adscritas la habían desestimado históricamente en la elección de sus preferencias.

La implicación de las familias fue clave en el cambio de tendencia. El compromiso con la normalización del centro obligaba a formar parte activa ineludiblemente, contribuyendo a naturalizar la representación autóctona y estable. Porque una de las características de la población flotante es, precisamente, su movilidad. Leímos la desguetización como un objetivo y el consenso sobre la calidad lo encontramos en el combate de la inestabilidad.

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