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Yuanyuan Zhu caminaba hacia su gimnasio en San Francisco el 9 de marzo pensando en que esa rutina de ejercicio podría ser la última en un rato, cuando se dio cuenta de que un hombre le estaba gritando. Eran insultos sobre China. Entonces, pasó un autobús, según recuerda ella, y el hombre le gritó al vehículo: “Atropéllala”.

Ella intentó mantener su distancia, pero, cuando el semáforo cambió, tuvo que esperar junto a él en el cruce peatonal. Podía percibir cómo la miraba fijamente. Y entonces, repentinamente, sintió que la saliva del hombre caía en su rostro y su suéter favorito.

Impactada, Zhu, quien tiene 26 años y se mudó a Estados Unidos de China hace cinco años, corrió el resto del trayecto para llegar al gimnasio. Encontró una esquina donde nadie la podía ver y lloró en silencio.

“Esa persona no se veía rara ni enojada ni nada, ¿saben?”, dijo sobre quien la atormentó. “Solo se veía como una persona normal”.

A medida que el coronavirus pone de cabeza la vida en Estados Unidos, los chinoestadounidenses enfrentan una doble amenaza. No solo están lidiando como todos los demás con cómo evitar el virus, sino que también luchan con el creciente racismo en forma de ataques verbales y físicos. Otros estadounidenses de origen asiático —familias de Corea, Vietnam, Filipinas, Birmania y otros lugares— enfrentan también las amenazas al ser agrupados con los chinoestadounidenses por una intolerancia que no reconoce la diferencia.

En entrevistas durante la semana pasada, más de una veintena de asiáticoestadounidenses en todo el país dijeron que tenían miedo de ir al supermercado, de viajar solos en el metro o en autobús, de dejar a sus hijos jugar afuera. Muchos comentaron que les han gritado en público, pues ha surgido un repentino espasmo de odio que recuerda a lo que enfrentaron los estadounidenses musulmanes después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

No obstante, a diferencia de 2001, cuando el entonces presidente George W. Bush exhortó a la tolerancia hacia los estadounidenses musulmanes, en esta ocasión el presidente Donald Trump usa un lenguaje que los asiáticoestadounidenses afirman que incita los ataques racistas.

Trump y sus aliados republicanos insisten en llamar al coronavirus el “virus chino”, lo que contraviene los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud respecto a no usar ubicaciones geográficas para nombrar enfermedades, dado que hacerlo ha traído repercusiones en el pasado.

Leer el resto del artículo en The New York Times.

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