Imagen de Carlos Skliar

En el último tiempo las ideas de Carlos Skliar en torno a la educación ganaron una popularidad que todavía para él resulta extraña. Su libro Pedagogías de las diferencias (Noveduc), publicado a comienzos del año pasado, ya va por su quinta reimpresión. Investigador principal del Conicet, reconocido internacionalmente por sus aportes pedagógicos y filosóficos al campo de la educación, algunos de sus planteos parecen atentar contra el estado de las cosas de esta época en el que impera la velocidad, la hiperconectividad, el pragmatismo. Propone la defensa de lo que considera virtudes olvidadas por la humanidad, entre otras la conversación como forma de transmitir conocimiento, y el silencio como imprescindible para indagar los desafíos vitales. Pero sus reflexiones no van dirigidas a una tribu de anacoretas sino a maestros y maestras del Sur del mundo. Porque es en las escuelas, dice, donde todavía se puede apostar por espacios de libertad, que se rebelen contra los mandatos productivistas, y que se permitan la posibilidad de mostrar otros mundos posibles. “Hay una generación de chicos agotados, que además están confundiendo saber con saber buscar”, afirma. De lo que se trata es de que niños y niñas puedan vivir la infancia sin las urgencias adultas. Cuenta que los chicos le preguntan todo el tiempo qué les puede enseñar que no esté en Youtube. “Y lo que pienso es que lo que no está ahí son los vínculos que se han tenido, que se han dado a lo largo de la historia, con una cosa llamada libro, con una cosa llamada canción, con una cosa llamada pintura”, reflexiona en diálogo con Página 12.

¿Qué significa educar hoy?

Creo que hay una batalla muy terrible para dar, porque estamos en un mundo con apariencias engañosas, sobre qué quiere decir hoy un sujeto exitoso, un sujeto que aprende, un sujeto que se hiper adapta al mundo tal cual como se lo presentan, no como es.

¿En qué términos se daría estaba batalla en la educación?

Una dimensión de esta batalla tiene que ver con la oposición que hoy veo entre mundo y vida. Me parece que hay que cuidar la vida de la infancia y no arrojarlos al mercado inmediatamente ni con todos los predecesores del mercado, el conocimiento lucrativo, la hipertecnología, sino cuidarlos de todo eso. El de la infancia es un tiempo único que hay que sostenerlo a rajatabla, y si la niñez no tiene tiempo de infancia, no hay futuro de humanidad. Hoy parece que educar es salir al mercado, ir a aprender a ganarse la vida. Yo tengo mucho dolor con eso, para mí es trágico, porque anuncia un fin de cierto humanismo. Yo creo que la educación no puede servir para eso, creo que puede reconstruirse en base a la idea de una educación para la vida y no tanto para ese mercado. Otra dimensión de esta problemática tiene que ver con el cambio crítico que se ha dado en el quién educa. A lo largo de la civilización empieza con los consejos de ancianos, que todavía uno lo ve en muchas tribus, en muchas escuelas indígenas, en muchas escuelas rurales, en donde la palabra anciana ocupa un lugar. Es un figura como la que retrata la relación abuelo-nieto como un tipo de relación que todavía puede ser narrativa, ética y estética, pero no moral. Pero frente a eso están las figuras más novedosas y pueriles que consisten en plantear, a mi modo de ver, un imposible, y es que con el esfuerzo personal se puede lograr, que todo depende de la auto capacitación o de la auto realización en un contrato privado. En esto se produce una agonía y una especie de agotamiento del individuo en nombre de todo el tiempo tener que auto capacitarse en una especie de carrera emblemática por quién se auto capacita mejor.

Si la relación entre mundo y vida hoy está malversada, si la figura educadora se simplificó hasta convertirse en emocional y todo tiene que ver con asumir un desafío personal, ¿qué tipo de espacio es ese que llamamos escuela?

Mi gran pregunta hoy es si no será el caso de que las comunidades escolares se rebelen un poco frente a esa idea de mundo y frente a esa idea de niñez, frente a esa idea de líder educativo o voluntario educativo, y de coaching, para crear lo que yo llamo un espacio de libertad como lo buscaron a lo largo de la historia de la Humanidad permanentemente. Dado el agobio de lo real, ¿qué espacio de libertad se puede crear?

Leer el resto de la entrevista en Página 12.

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