Imagen del arbol del Argán , cuyo aceite exporta Marruecos a todo el mundo

El pasado mes de agosto y, tras casi siete años viviendo allí por motivos profesionales, abandoné definitivamente el reino de Marruecos. No creo exagerar al describir esa etapa de mi vida como una experiencia personal casi mística.

Recuerdo que, a los pocos días de llegar a Marruecos, paseaba por la medina de Rabat cuando vi a un vendedor ambulante ofreciendo aceitunas. Para dar publicidad a su mercancía, el mercader gritaba: “¡zaytun!” (aceituna, en árabe). Intuí (y luego confirmé) que la palabra castellana “aceituna” provenía de ese “zaytun” árabe.

Este descubrimiento me sorprendió mucho: creo que uno de los elementos culturales que más define a España es la gastronomía. Pienso que la clave de la gastronomía española es el aceite que, a su vez, proviene de las aceitunas. Para mí fue todo un acontecimiento descubrir que el corazón de la gastronomía (y por tanto, el meollo de un elemento cultural importantísimo en mi país), llevaba un nombre árabe. Porque, de alguna manera, esto demostraba hasta qué punto la cultura árabe ocupaba un lugar privilegiado en la española.

Constantemente durante mis años en Marruecos descubrí nuevas similitudes entre ese país y el mío. Algunos ejemplos son el vocabulario (“pantalones” -“bantalon” en árabe-, “azúcar” -“sookar”-, “guitarra” -“githara”-, blusa –“bloosa”-, camisa –“kamis”-, música –“moseka”-…), la gastronomía (los turrones que se venden en la medina de Fez son prácticamente idénticos a los que comemos en Navidad en España) y la arquitectura (el estilo arquitectónico de las madrazas de Marrakech es muy parecido al que encuentro en la Alhambra de Granada).

Efectivamente, entre España y Marruecos hay muchas similitudes… Pero yo no lo sabía. De lo que hoy quiero escribir es, precisamente, del porqué de ese desconocimiento: ¿Por qué no sabía que la influencia árabe y musulmana en España era tan grande?

El 1 de enero de 1986 España entra por fin en la Comunidad Económica Europea, la actual UE. Durante los últimos 25 años España ha tenido una gran vocación europea. Puede que eso explique por qué, durante nuestra historia reciente, hayamos dado prioridad a nuestros vecinos europeos olvidándonos, tal vez, de aquello que nos une a otros países o culturas igualmente próximos.

Pero, al margen de estos últimos años, ¿es correcto afirmar que los españoles no somos plenamente conscientes de la influencia árabe y musulmana en nuestro país? Y si la hipótesis es correcta, ¿cómo se explica esto?

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