Imagen de una clase de primaria

“La segregación escolar por clase social [centros distintos para clases sociales distintas] estaba ya más que presente; las cuotas que deben pagar las familias cumplen de manera muy eficaz con la función de seleccionar a las familias en numerosos centros concertados. Pero con la llegada de la inmigración se ha agudizado y, sobre todo, se ha visibilizado la separación, porque las familias inmigrantes no pasan desapercibidas, y ahora basta un simple vistazo para percibir en qué centros se están concentrando las y los pobres”. De esta forma, Amelia Barquín, profesora de Educación Intercultural en Mondragon Unibertsitatea, pone el dedo en la llaga sobre el problema que sufren numerosos colegios públicos en Euskadi, desbordados por la presencia de alumnos inmigrantes.

Y es que la realidad es tozuda año tras año: la escuela pública es la que está asumiendo el grueso de la avalancha inmigratoria, mientras que la concertada (financiada con fondos públicos) apenas acoge a estos estudiantes, salvo excepciones. El porcentaje es de un 80% de matriculaciones en la pública frente al 20% de la concertada. Y como consecuencia, ya hay escuelas donde los inmigrantes rozan o superan el 90%. Así, los conocidos como centros-gueto con porcentajes de alumnos extranjeros superior al 40%] ya existen en ambas redes: un total de 24, de los que 14 son públicos y 10 concertados. Este dato resulta engañoso, ya que ofrece una aparente sensación de equilibrio entre ambos sistemas educativos que no es cierto.

Con la campaña de prematriculación lanzada, Educación ha introducido algunos cambios en los baremos para la admisión en los centros. Uno de ellos es la reducción a la mitad del número de puntos (de 3 a 1,5) por la renta familiar, con la que trata de evitar que se concentren en determinados centros alumnos de rentas bajas y a la vez, pretende atraer a la escuela pública las rentas medias y altas que en colegios con más demanda de plazas se quedaban fuera del proceso de selección al primarse las rentas inferiores.

Pero para los representantes de la escuela pública aún queda mucho camino por recorrer para romper los guetos, algo que pasa por repartir al alumnado inmigrante de una manera equilibrada entre ambas redes. Jesús Prieto, antrópologo social, profesor en activo en un centro público y experto en Educación Intercultural, tiene muy claro que el desequilibrio se debe más que a una cuestión racial a aporofobia, es decir, odio al pobre. “Cuando la sociedad escucha que hay que repartir al alumnado de origen extranjero puede percibir que se trata de un alumnado negativo. Y no es así, estos chicos en su gran mayoría son nacidos en Vitoria. Se trata de alumnado pobre, de familias con una situación económica y social muy vulnerable. Esa es la clave”. De hecho, el 95 % de los alumnos inmigrantes son becados, lo que le da a los niños el acceso diario al comedor y al material escolar, así como a las excursiones.

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