un grupo de alumnos/as en una clase

El nivel académico de los padres influye de forma determinante en el nivel educativo de sus hijos. Las probabilidades de que un joven continúe estudiando más allá de la enseñanza obligatoria se disparan si sus padres también tienen estudios superiores. El 55% de los adultos españoles cuyos padres no tenían una titulación de Bachillerato o Formación Profesional (FP) tampoco alcanzaron ese nivel educativo, según el informe Panorama de la Educación 2018, presentado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) el pasado martes en París.

En España, señala el documento, la educación sufre una “trampa intergeneracional” y el 43% de la población entre 25 y 64 años no tiene un título de educación secundaria superior (Bachillerato y FP). ¿Cuál es la raíz del problema? ¿Cómo se explica esa herencia del nivel educativo? José Saturnino Martínez, profesor de Sociología de la Universidad de La Laguna, considera que el principal motivo es el “capital cultural familiar”. Más que los recursos económicos, pesan las aspiraciones que los padres transmiten a sus hijos. “En las familias de clase alta se vive como una tragedia que el hijo baje en el escalafón social con una profesión de menor nivel y, por ello, se hace un sobreesfuerzo si el hijo presenta dificultades educativas”, señala Martínez, autor del libro Equidad y educación (Catarata, 2017).

Clases extraescolares de refuerzo, más apoyo en casa con los deberes o incluso estancias en el extranjero para obtener mejores resultados en los idiomas. “Ahí entra el factor económico, pero la gran diferencia es tener el conocimiento y las herramientas para hacer frente a un bajo rendimiento académico”, añade el experto.

El peso de las familias en el rendimiento escolar se aprecia desde edades tempranas, apunta Carlos Gil, investigador en Sociología del Instituto Universitario Europeo de Florencia. Aunque España tiene una de las tasas más altas de matriculación en Atención y Educación de la Primera Infancia (AEPI) y el 96% de los niños de tres años están escolarizados (la media en los países de la OCDE está en el 76%), el 34% de los jóvenes adultos en España no llega a la educación secundaria superior, una tasa que dobla ampliamente la media (15%) de los países de la OCDE. Además, la tasa de españoles de 18 a 24 años que en 2017 no tenía empleo, no estudiaba o no recibía formación (los llamados “ninis”) era del 20,9%, frente a la media del 14,5% de la OCDE.

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