Logo campaña somos diversidadLa Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 21 de marzo Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Este día recuerda la Matanza de Sharpeville ocurrida en 1960 contra manifestantes que protestaban por la aplicación del Apartheid a manos de la policía sudafricana. El resultado fueron sesenta y nueve jóvenes asesinados.

En estos momentos de incertidumbre, angustia y miedo en la población ante la crisis sanitaria y social que ha condicionado la pandemia del coronavirus, más que nunca debemos sumarnos al compromiso internacional de mitigar y contrarrestar el aumento del populismo nacionalista y las ideologías racistas de diversa índole, que buscan culpar a los colectivos o poblaciones más vulnerables y justificar y promover así la discriminación en cualquiera de sus formas, y que por desgracia, a menudo se dirigen sus acciones hacia migrantes, refugiados y población racializada.

La Asamblea General de las Naciones Unidas reitera que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y tienen la capacidad de contribuir de manera constructiva al desarrollo y bienestar de la sociedad y que todas las doctrinas de superioridad racial son científicamente falsas, moralmente condenables, socialmente injustas y peligrosas y deben rechazarse, al igual que las teorías con que se pretende determinar la existencia de razas humanas separadas.

Desde la FeSP-UGT consideramos que la labor sindical es un espacio básico para la transmisión de los valores democráticos y garantizar la igualdad y por ello, además de luchar por unas condiciones laborales justas de los y las trabajadoras, tenemos como misión ayudar a la toma de conciencia colectiva en la defensa de los derechos humanos. Por ello, es importante que todos y todas nos formemos y asumamos una acción antirracista en los centros de trabajo y entre los compañeros y compañeras delegadas y afiliados. Además, tenemos la responsabilidad de dejar claro, como sindicato de clase, un análisis que ayude a la sociedad a identificar los verdaderos problemas sociales y desafíos, sin buscar chivos expiatorios, y luchar para hacer efectivos los derechos de toda la ciudadanía sin distinción alguna.

Consideramos que la conducta no racista y discriminatoria se fomenta y logra desde el conocimiento, la apertura de ideas, la comunicación y la libertad de conciencia; valores y condiciones estas que deben ser enseñados, inculcados y comunicados desde la educación formal, (escuelas, institutos y universidades), mediante la educación no formal, y también en el hogar y en el lugar de trabajo.

El primer paso para una gestión democrática de la diversidad es necesariamente el reconocimiento en pie de igualdad de esa realidad, no como una concesión graciosa, sino como una extensión a toda la ciudadanía de ese reconocimiento y de los derechos que están aparejados. Pero más allá, y justamente porque los estados tienen una identidad concreta que tiende permanentemente a la expansión, es por lo que las minorías se ven obligadas a demandar reparación o medidas de protección para contrarrestar esa desigualdad estructural. No lo hacen con la finalidad de gozar de más derechos que los demás, o de tener algún tipo de privilegio, sino sencillamente para poder ejercer en la práctica los mismos derechos que las mayorías. Por eso, el segundo paso en esta gestión democrática de la diversidad es conocer donde se están produciendo las desigualdades y discriminaciones, a quienes están afectado e incorporar una negociación constante para llegar a acuerdos que conduzcan a un cambio social hacia una mayor inclusión.

Nuestra sociedad nos transmite de manera consciente y otras de forma casi imperceptible unos presupuestos o justificaciones racistas y discriminatorios, y solemos aceptarlos sin ponerlos en cuestión, a veces porque no nos damos cuenta y otras porque esas ideas nos sirven para legitimar las desigualdades entre las personas, y porque todo aquel que pertenece al grupo mayoritario, en el sentido de grupo de poder, acaba beneficiándose, creyendo que merece más que los otros. Sólo a través de un proceso continuo de revisión y educación podemos aprender a estar en guardia y a desarrollar una actitud crítica en vez de asumir, como estamos acostumbrados, unas ideas racistas que se apoyan en determinadas diferencias físicas y culturales de las personas, para demostrarnos que los que pertenecemos a determinados grupos somos mejores y por lo tanto merecemos más. El planteamiento es que podemos cometer errores, pero podemos cambiar si aprendemos a identificar y reconocer qué errores estamos cometiendo, es decir, si cuestionamos lo que nos rodea y dejamos de normalizar aquello que es injusto. Lo definimos como aprender a ver para aprender a actuar.

Es así como consideramos que, desde los servicios públicos, como garantes de la protección e igualdad de la ciudadanía, no basta con denunciar los actos racistas explícitos o normalizar los actos de vulneración de derechos hacia determinados grupos, como es el caso de población migrante o racializada, sino que es necesario repensar la calidad de la atención y plantear metodologías de identificación y prácticas capaces de combatir la discriminación y el racismo eficazmente.

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