imagen de dos participantes en un grupo

Este es el lema del XXX Encuentro Estatal de Movimientos de Renovación Pedagógica (MRP) celebrado entre los días 19 y 21 de enero en el Prat de Llobregat (Barcelona) con la asistencia de casi un centenar de maestros y maestras de distintas comunidades autónomas.

Los MRP, desde su fundación, se han caracterizado por su estructura horizontal y asamblearia para propiciar el debate y el intercambio de experiencias. Siempre con lupa puesta en la defensa y dignificación de la escuela pública, laica, democrática e inclusiva. Su actividad originariamente más emblemática fueron las Escuelas de Verano, que han desaparecido en muchos lugares mientras se han estrenado o se mantienen en otros, tratando de incorporar discursos renovados y otros colectivos y agentes educativos del territorio, y de garantizar el necesario relevo generacional.

Pero este movimiento social, con diversos grados de implantación en cada lugar, dispone de diferentes grupos de trabajo y compromisos con la formación permanente del profesorado y con varias entidades y redes. Ah, y disponen de un buen elenco de materiales de elaboración colectiva de cierta consistencia teórica y propositiva que, a buen seguro, si llegan tiempos mejores, podrán ser tomados en consideración por los nuevos reformadores de la educación. Aunque, de momento, habrá que conformarse con cambiar los entornos más cercanos y cotidianos a pesar de sus dificultades.

Fieles a estas señas de identidad, también en este Encuentro el trabajo en grupo ha vertebrado el debate en torno a cómo modificar las prácticas concretas en el aula. Para ello se han constituido cuatro ámbitos de trabajo. ¿Se han aportado nuevas ideas? Ignoro hasta qué punto, pero lo que sí es seguro es que se han subrayado prioridades, se han fijado marcos conceptuales para que el profesorado, individual o colectivamente, haga lo que estime conveniente o lo que pueda, y se han introducido algunos matices. Y los matices en educación, como en cualquier campo social, son importantes.

Veámoslo con más detalle. En el primer grupo de convivencia y acompañamiento se destacan, entre otros, estos principios: “Garantizar la participación de todos los agentes como eje principal de la convivencia en los centros educativos; “Construir una escuela alegre, de mirada atenta y de escucha activa y amorosa”; y “Tener en cuenta que el compromiso con la buena educación exige, en ocasiones, rebeldía y desobediencia, con la inteligencia de introducir transformaciones que no generen rechazos”. En el grupo de currículo se resalta que se trata de un territorio de conflicto y se recomienda el enfoque metodológico a partir de núcleos o proyectos que superen la rigidez y fragmentación disciplinar. Y se abre una interesante conversación sobre la relación de la escuela con el entorno. El cambio de paradigma es la sustitución del “yo voy al entorno” por el “yo soy entorno”, una visión más comprometida donde se presupone que el territorio -todo lo que acontece y se vive como experiencia en el campo y en la ciudad- forma parte sustancial del currículo.

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