Imagen de Jensy Matute

Un cartel adorna la puerta de entrada de la casa de Jensy Matute en West Palm Beach, al norte de Miami (Florida). “Felicidades a la nueva graduada en Relaciones Públicas por la Universidad Internacional de Florida” se puede leer en el escrito.

Es un logro para cualquier joven de 22 años poder graduarse en la universidad, pero el caso de Jensy aún toma más excepcionalidad: es indocumentada.

Llegó a los 2 años junto a su madre procedente de Honduras. Ambas huían de la inseguridad y la violencia de las pandillas que, cada vez más, acechaban a la sociedad. No recuerda nada de su periplo hacia a Estados Unidos, solo los episodios que su madre le ha querido contar.

“Mi mamá solo tenía 18 años, era una adolescente que iba con su bebé. Mi madre me ha contado que fue una situación muy difícil, porque no solo se tenía que preocupar de ella, sino también de mí”, relata la joven durante una entrevista con la Voz de América.

Finalmente pudieron pisar suelo estadounidense y juntas se establecieron en el sur de la Florida, donde vive ahora.

“Yo no recuerdo nada de Honduras. Solo es lo que veo por internet y a través de las videollamadas de mi familia, es lo único que conozco. Pero ir allí y asimilarme al estilo de vida de ahí, creo que no sería algo fácil para mí, porque estoy tan acostumbrada a ser americana”, comenta la joven.

Ha vivido prácticamente toda su vida en Estados Unidos, pero es indocumentada. Durante muchos años no sabía que no tenía estatus legal, hasta que una compañera de su escuela se lo reveló.

“Una amiga de la escuela intermedia me dijo que su madre le contó que yo no tenía papeles. En ese momento no sabía qué quería decir, hasta que, con el paso de los años, en la escuela secundaria, ya me di cuenta de lo que significaba”, decía. El temor a ser deportada, dijo, es lo más grave.

DACA, la solución temporal

Jensy es una más de los 700,000 jóvenes indocumentados que fueron bautizados con el sobrenombre de “dreamers”, los soñadores. Llegaron en la infancia a Estados Unidos de forma ilegal junto a sus padres “sin que nadie les preguntara si lo querían hacer”.

En la última década, la presión al gobierno federal ha incrementado con el objetivo de encontrar una vía legal para estos jóvenes indocumentados. En 2012, el entonces presidente Barack Obama firmó, mediante orden ejecutiva, el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés).

Durante su gobierno, el presidente Donald Trump ha intentado eliminar el programa. Aunque sin suerte, ya que la Corte Suprema de Estados Unidos falló en su contra y lo obligó a restituir el programa para seguir registrando jóvenes que se pudieran acoger al DACA.

Jensy tiene un permiso de trabajo con fecha de caducidad. Tiene que ir renovándolo temporalmente con la incertidumbre de que en cualquier momento puede quedarse sin el amparo legal y tenga que regresar a un país al que no le une nada.

“Es muy triste. En algún momento he llegado a pensar que lo hice todo por nada, porque he trabajado tan duro y quizás, nadie lo va a reconocer. Me daba cuenta de que todo lo que estaba contribuyendo como estudiante no contaba porque no existía”, decía al tiempo que confesaba estar convencida de que “jamás podría ir a la universidad por no tener documentos”.

La reforma de Joe Biden

El presidente electo, Joe Biden, se ha comprometido a impulsar una reforma migratoria. Según varios analistas y expertos en el tema, los “dreamers” podrían ser los primeros en beneficiarse del cambio en la legislación migratoria en Estados Unidos.

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