Una larga fila de personas espera para entrar en el Consulado de El Salvador

Gilberto Ysaias comenzó a pensar en abandonar Honduras cuando dejó de producir lo suficiente en sus cultivos para mantener a su familia. Los veranos más calurosos estaban causando estragos en la cosecha anual de este agricultor indígena.

Más tarde la pandilla criminal MS-13 lo extorsionó. Cuando Ysaias no pudo pagar el dinero, intentaron reclutar a su hijo de once años.

Fue suficiente. Había escuchado que algunas personas solicitaban asilo en Estados Unidos, así que hizo las maletas y caminó junto a su hijo casi 3.218 kilómetros para llegar a la frontera de Texas.

En marzo fueron detenidos al ingresar a Estados Unidos, y programaron su deportación. Ahora están en compañía de su patrocinador, esperando que un juez decida si les otorgarán asilo bajo el argumento de que son víctimas de violencia de pandillas.

Aún cuando la crisis climática desempeñó un papel central en su decisión de marcharse, el cambio climático no fue incluido como argumento del caso porque todavía no se considera una razón legal válida para obtener asilo en ningún país.

El cambio climático puede exacerbar la pobreza, los conflictos y la inestabilidad, que ya afectan a naciones empobrecidas, como Honduras. Según una nueva investigación de la Universidad de Stanford, la brecha económica entre los países más ricos y más pobres es hoy un 25 por ciento mayor de lo que hubiera sido sin el cambio climático.

La Organización Internacional para las Migraciones proyecta que entre 20 millones y 1.500 millones de personas deberán abandonar sus hogares para 2050. Las naciones más pobres y más pequeñas son las que tienen menos probabilidades de contribuir al cambio climático, pero serán las primeras en verse obligadas a migrar.

Sin embargo, el “refugiado del cambio climático” no existe formalmente en virtud del derecho internacional. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 define como refugiado a una persona que cruza una frontera internacional por “fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas”. Eso generalmente se interpreta como opresión política, no como el temor al hundimiento de las casas, a las cosechas calcinadas o las selvas devastadas.

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