Cris Magaldi

“Tengo dos pasaportes, dos tierras y dos madres. Alemania la asocio a mi madre adoptiva, porque ella, aunque fue dura conmigo, me preparó para la vida y no cesó de decirme ‘¡hazlo, tú puedes!’. Fue ahí donde descubrí mi fortaleza, mi independencia y que era una mujer capaz. Mi madre biológica, por su parte, al igual que Brasil, me parió pero no me ha acompañado a lo largo de mi existencia, así que no me conoce bien”.

Cris Magaldi cuenta las penas y las alegrías de manera muy bonita, quizá se deba a que lleva toda su vida expresándose de mil formas y valiéndose de un montón de disciplinas artísticas. Tiene una necesidad incesante de volcar lo que lleva dentro y dejar un legado. Ahora, su mensaje se articula a través de los acordes y letras que interpreta con su banda “Plural Aberto” y que, como ella, está compuesta de las teselas de muchos mundos.

A sus 55 años, Cris sigue buscándose, empezando de nuevo, aunque nunca de cero, y con la calma de quien sabe que ya está en el camino. Siempre va acompañada de una maleta llena de los cuerpos sin nombres y los rostros borrosos de sus ancestrxs y de su talento y de sus certezas y de todas las dudas del universo. En esta entrevista nos habla de su vida como mujer negra que ha crecido en una familia blanca de Brasil y de cómo decidió levantar el vuelo, aterrizar en Europa y ponerle música a todo lo anterior.

¿Cuál es el mensaje que quieres trasladar con “Plural Aberto”, tu grupo de música?

La diversidad une.

¿Y cómo se evidencia esa diversidad?

Cantamos en diferentes idiomas. Es música autoral. Casi todas las canciones las he compuesto yo, aunque hay más gente en la banda, que son de Brasil, Inglaterra, Australia, Madagascar y Congo, y algunos también crean. Las letras son, de momento, autobiográficas, tienen que ver con cosas que me han pasado en la vida, pero utilizando un lenguaje metafórico, cosa que facilita que haya más personas que se puedan identificar con mis experiencias. Mis temas son muy espontáneos, brotan, puedo hablar de pareja, de hijos, de mi relación conmigo misma y de mi trayectoria desde que salí de mi país de origen.

¿A qué suena tu grupo?

Mi profe de canto comenta que soy como un camaleón, no tengo un estilo ni una forma, cada canción suena diferente. Hay influencias de todo, igual que sucede con la música brasileña, que suena a muchos sitios.

Hace poco viví un momento mágico con Doudou Nganga, un artista congoleño que canta con un útero que no tiene. Me subí al escenario con él durante su concierto, no veía nada porque me cegaban los focos y de repente escuché los sonidos africanos que él producía y mi voz sonó de una forma que jamás había sonado antes. Me sentí como en trance y noté la presencia de mis ancestros y mi pertenencia profunda al continente africano, casi como si hubiera estado allí. Para mí ha sido muy determinante esta experiencia.

Lo cierto es que no quiero definirme, quiero que la música siga siendo algo espontáneo.

Toda la vida he dado clases de idiomas, de inglés en Brasil, de portugués en Alemania y de alemán en España, pero he descubierto que me estaba matando para hacer algo que no me llenaba de verdad. La vocación de transmitir sí la tengo, es más, me gusta dar clases, pero se trata de una decisión. He decidido abrir la puerta a la música, que llevaba mucho tiempo llamándome. Ahora doy poquitas clases para centrarme a la música.

¿Y no has sentido miedo a cambiar tu vida?

El miedo no me paraliza, solo me avisa. Mentiría si negara mi miedo, le haría crecer. Tengo inseguridades, pero si no sigo, siempre pensaré qué hubiera pasado de haberlo intentado.

Porque si tú no te expresas nunca vas a llegar a saber quién eres. Mi búsqueda de quién soy, de dónde vengo y a dónde voy es muy larga debido a mi historia de vida. Fui criada por personas blancas y viví dentro de un contexto 100% blanco. Mi negritud me fue negada todo el tiempo y quizá por eso, de repente, empecé a intentar expresarme. Lo curioso es que al mismo tiempo, y esto es muy paradójico, tenía miedo a salir, a que me vieran. Por otro lado, yo nunca tuve valor de asumir el vehículo que es el mío de verdad: la música. Entre tanto, hice teatro, fui terapeuta de danza… hasta que llegó el momento en el que me di cuenta de que lo que quería hacer de verdad era la música. En la actualidad ya no tengo miedo de mostrarme como soy, con toda mi historia y mi pasado y con todos los interrogantes que hay en mi origen. Creo que, al final, independientemente de la historia que tengas, tu único referente eres tú misma, de ahí la necesidad de expresarse y compartir tu forma de ver sin miedo al rechazo o a las críticas.

Cuando pasas una edad te das cuenta de que no eres eterna y de que si quieres dejar algo, un legado o un mensaje, es ese: que se puede vivir de forma auténtica. No hay cosas buenas o malas, solo elecciones y aprendizajes.

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