varios niños y niñas dibujando con grandes lápices en una pizarra

Como docentes sabemos la importancia que tiene disponer de recursos y, sobre todo, de una carpeta de innovación metodológica. Por tanto, hay que reciclarse y atreverse a improvisar y a probar nuevas formas de enseñar. Y en esa carpeta no puede faltar el trabajo por proyectos (ABP), aplicar el trabajo cooperativo, rutinas y destrezas de pensamiento para conectar ideas, opiniones, experiencias. También son necesarios organizadores gráficos que faciliten ordenar la información en una línea continua; mapas mentales para asociar ideas, círculos de punto de vista para que observen y expresen aquello que piensan, etc. Y, por supuesto, el aprendizaje cooperativo y las técnicas que facilitan su puesta en escena en el aula, así como la asignación de roles en cada equipo.

De hecho, el aprendizaje cooperativo no debería utilizarse solamente en proyectos puntuales dentro de la clase, sino que debería impregnar el quehacer diario en todas y cada una de las asignaturas para darles significado y funcionalidad. Es decir, que esta metodología debería ser la protagonista para poder trabajar de manera globalizada, interdisciplinar y sobre todo, cooperativa.

El trabajo cooperativo

Cooperar implica trabajar, pensar, decidir y construir el aprendizaje conjuntamente. El lema debería basarse, en mi opinión, en una idea con perspectiva vygotskyana: “Aprender con los demás y de los demás”, haciendo referencia a ese andamiaje tan necesario para dar sentido al proceso de enseñanza-aprendizaje.

Sin embargo, todo este planteamiento que parece ideal, no es para nada sencillo. Aplicar el trabajo cooperativo ligado al uso de metodologías activas, CLIL (Content and Language Integrated Learning) para aprender una segunda lengua de manera natural y lidiar con la multiculturalidad y tener la oportunidad de interactuar con otras culturas teniendo en cuenta las inteligencias múltiples de H. Gardner sin olvidarse del uso de las TIC, es un cóctel muy potente que necesita saber cómo elaborarse para que sea eficaz.

El trabajo cooperativo es una forma de organizar contenidos, rutinas, procesos y técnicas de aprendizaje muy acertado si tenemos en cuenta las diferentes maneras en que aprenden los niños. Cada equipo está formado por cuatro o cinco personas, cada una con un rol asignado y una manera de trabajar muy bien organizada para adquirir unos objetivos planteados por todos.

De esta forma, se fomenta la responsabilidad, la autonomía, la competencias básicas, sobre todo la de ‘aprender a aprender’ y el gusto por el trabajo bien hecho. Se intenta que los grupos sean heterogéneos y que la aportación de cada uno de los componentes del equipo sea la máxima.

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