Imagen de Carla y Marta votando

Carla y Marta se han conocido este domingo en Madrid. Han quedado a las 17.00 cerca del metro Mar de Cristal; han tomado un café y han conversado cara a cara por primera vez. La primera es uruguaya, tiene residencia en Madrid y no puede votar porque no es española; la segunda ha vivido toda su vida en la capital y no quiere votar porque está “desencantada” con la política.

Aun así, las dos han ido a las urnas este 10 de noviembre después del café. Marta le ha cedido su voto a Carla para que pueda elegir a los representantes del país en el que vive, trabaja y paga sus impuestos: “Las políticas me afectan directamente, y más ahora que está subiendo mucho la extrema derecha”.

El colegio Garcilaso de la Vega, en Mar del Cristal, al noreste de Madrid, queda encima de una cuesta. Carla, de 27 años, y Marta, de 51, han llegado andando juntas después de conversar durante casi una hora y compartir una pasta frola, una tarta típica del cono sur. En esa sede electoral le corresponde votar a Marta, pero esta vez ha decidido ceder su voto. “No es hacer trampa. Es hacer un uso político del voto”, coinciden ambas.

Las dos mujeres han entrado juntas al colegio y se han detenido frente a las pilas de papeletas. Marta le ha explicado a Carla cómo votar y la uruguaya ha elegido a sus candidatos para el Congreso y el Senado. En ningún momento, Marta le ha preguntado a quién apoyaba. Frente a las urnas, las dos han estirado las manos para coger los sobres antes de depositarlos y Marta los ha introducido.

Como Carla, en España viven de forma regular cerca de 4,7 millones de extranjeros mayores de 18 años. Más del 70% de estas personas, sin embargo, no tienen derecho a voto en las elecciones generales, aunque algunos pueden votar en las locales y europeas. “Una injusticia”, lamenta Marta.

Las dos mujeres que se han conocido este domingo se pusieron en contacto el pasado miércoles a través de una plataforma que se llama Votar es un derecho. La creadora de la iniciativa es Safia El Aaddam, una mujer de 24 años que nació en Tarragona y es hija de padres marroquíes. A los 18, empezó a tramitar la nacionalidad española, pero seis años después todavía no se la ha concedido y, por eso, no puede votar. Sus padres, que llevan 37 años en el país, tampoco tienen ese derecho. Y como todos ellos, millones de personas más.

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