imagen del accidente

La Ford Expedition llevaba tanto peso que, al principio, sus neumáticos se quedaron girando en la arena del desierto mientras el vehículo se abría paso por una abertura en el muro fronterizo. Luego se fue a toda velocidad por un camino de terracería, mientras México desaparecía en el espejo retrovisor. Había 25 personas en el interior, muchas apretujadas en el piso y otras encorvadas a medio parar.

Cerca del frente estaba José Eduardo Martínez, de 16 años, quien se subió al vehículo ilegal con la esperanza de reunirse con su tío en Utah para trabajar en construcción. Apiñados en la parte trasera, donde habían quitado los asientos, estaban Zeferina Mendoza, de 33 años, y su prima, Rosalía García González, de 34 años, quienes tenían información sobre empleos en los campos de fresas de California. El chofer era Jairo de Jesús Dueñas, de 28 años, quien planeaba ganar dinero para comprar un auto y trabajar en el servicio de Uber en México.

Viajaron 24 kilómetros por un camino rural en el valle de Imperial en California, 177 kilómetros al este de San Diego. Tal vez el chofer se distrajo o no pudo ver la señal de alto debido a la luz del alba. Tal vez no se percató del tiempo que le iba tomar detener un vehículo cargado de 25 personas. El vehículo dio tumbos hasta encontrarse con un tráiler que viajaba a toda velocidad por la ruta estatal 115.

Pocos de los sobrevivientes han podido describir qué ocurrió después: vidrios y metal aplastados, cuerpos que volaron por el asfalto. Doce personas murieron en el acto, una decimotercera en un hospital.

José no recordaba nada. “Cuando desperté, estaba en el hospital”, dijo, con dificultades para hablar y 25 centímetros de grapas quirúrgicas que se extendían verticalmente en su vientre y otras más alrededor de su cintura. Pasaron dos días antes de que volviera en sí.

El camino rural que el 2 de marzo se convirtió en la escena de uno de los accidentes fronterizos más mortíferos en décadas recientes es uno de los cientos de corredores ilegales que sirven para ingresar a Estados Unidos. Las personas que murieron ahí se convirtieron en el retrato trágico de una explosión migratoria que ha empezado a abrumar al gobierno de Estados Unidos.

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