Amina, una desplazada etíope

El último mes de julio fue el más caluroso que la Tierra ha experimentado desde que hay registros, y se prevé que el año 2019 finalice como uno de los cinco más cálidos. Al mismo tiempo, los desastres naturales provocados o empeorados por el cambio climático aumentan a cifras récord y con ellos, el número de personas que abandona su hogar a la fuerza porque alguno de ellos les ha dejado sin medios de vida. El ciclón Fani en Bangladés, la prolongada ausencia de precipitaciones en el cuerno de África, los huracanes en México… Las mayores catástrofes naturales de los últimos meses han dejado la cifra más alta jamás registrada de desplazamientos: casi 20 millones de personas en el último año y siete millones en los primeros seis meses de 2019. Pero solo son estimaciones.

En estos días se ha celebrado la Cumbre del Clima en Madrid (COP25) y en ella se ha abordado la cuestión de cómo apoyar a los países pobres más perjudicados debido a eventos climáticos y ha concluido la primera revisión del Mecanismo Internacional de Varsovia para las Pérdidas y Daños. Pero aún no hay un consenso internacional para determinar de cuántas personas afectadas hablamos, dónde están y, sobre todo, cómo se les va a proteger. “El cambio climático es el último eslabón de una relación equivocada del hombre con la naturaleza, y fenómenos que hoy hacen que alguien emigre están causados por problemas medioambientales de hace 15 años, por políticas extractivas, por nuestro modelo productivo… Por eso, determinar quién es migrante climático es muy difícil”, explica Sergio de Otto, experto de la organización Ecología y Desarrollo (Ecodes).

En muchas ocasiones es imposible determinar dónde está la frontera entre el que migra tras resultar directamente afectado por un desastre y el que se marcha por razones económicas cuando estas vienen del cambio climático. Ocurre, por ejemplo, en el corredor seco de Guatemala, donde años de sequías prolongadas han destruido los cultivos. Un campesino dirá que se va a la ciudad porque cada vez cosecha menos y es más pobre. Pero la razón subyacente es medioambiental. “Siempre hay una dificultad a la hora de medir cuánto es por el cambio climático y cuánto por una situación de pobreza y vulnerabilidad anterior”, apunta De Otto.

Los recuentos más aproximados provienen del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC), la fuente autorizada mundial de datos y análisis sobre este fenómeno. Desde 1988, el organismo recaba cifras de desplazados cada vez que se produce un movimiento de población por un desastre o por un conflicto, y publica informes anuales en los que disgrega esta información por país, causa, etcétera. Del IDMC sale la cifra de siete millones de desplazados por eventos climáticos en los seis primeros meses de 2019. De ellos, hay que restar aquellos cuya movilidad se produjo por eventos no relacionados con el clima, como un terremoto, pero son los menos. Por ejemplo, en 2018, únicamente 1,1 millones de los 17,2 millones de desplazados a raíz de una catástrofe fueron por una razón geofísica y no climática, como terremotos y erupciones volcánicas. Desde 2008, solo el 14%.

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