Sandra Arequipa

“Ya no se me hacía bonito vivir allí”. Es la respuesta que da Sandra Arequipa cuando se le pregunta por qué pensó en retornar a su país, Ecuador. Ya había vivido 20 años en Madrid y pasado por mucho. Consiguió papeles muy pronto, cambió la limpieza de pisos por un trabajo en un supermercado, se hipotecó, reagrupó a dos sus hijas, conoció a un hombre, tuvo un tercer hijo. Pero llegó el mal tiempo y perdió a un familiar en el atentado de Barajas y vio morir a una hermana, fue víctima de malos tratos, tuvo que mandar a sus hijas de vuelta a Ecuador, sufrió depresión, dejó de tener un empleo estable, no pudo pagar la hipoteca, enfrentó un desahucio… Cuando llegó la pandemia, estaba bajo mínimos, viviendo de la solidaridad de una organización. Lo último que esta madre de 43 años y su hijo de 15 enfrentaron en España fue el coronavirus, que llegó al piso que compartían con otras siete personas y enfermaron.

—Justo me llamaron al principio de la pandemia y una chica de la asociación Rumiñahui me preguntó si quería regresar a Ecuador. Yo respondí que sí, que lo único que quería era que me llevaran a mi país, que quería ver a mis hijas, a mis padres.

Con ese sí, Sandra Arequipa y su hijo fueron incluidos en el programa de retorno productivo que entrega ayudas financieras a los migrantes que deciden volver a sus países de origen. Recibieron los pasajes, algo de efectivo y la aprobación de un pequeño capital, poco más 4.600 euros, para abrir una tienda de alimentación en su ciudad natal, Latacunga. Llegaron a Ecuador en julio pasado y en lugar de la tienda, que ya hay muchas, decidieron construir un pequeño criadero de gallinas en un terreno familiar. Empezaron con 70 pollitos y, aunque pronto descubrieron que no todas eran aves ponedoras, no se desanimaron. Durante la entrevista para este reportaje empieza 2021 y tiene en sus manos las dos primeras cubetas de huevos.

“No es el dinero ni la ganancia, es la tranquilidad de haber podido regresar a mi país, haber podido tener este emprendimiento, para mí es bastante la alegría”, dice, y empieza a llorar.

El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones informó de que 1.376 extranjeros volvieron a sus países de origen durante el año de la pandemia gracias a alguno de los programas de retorno del Gobierno, mientras que solo en los seis primeros meses de 2020, más de 90.000 se marcharon en total, con o sin ayudas, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). El total del apoyo económico concedido a los que sí se beneficiaron de él fue de alrededor de 3,5 millones de euros. “Cuando vienen las crisis económicas, la situación de retorno se dispara. Las personas que están al límite caen en situación de extrema vulnerabilidad”, dice Vladimir Paspuel, presidente de Rumiñahui. “Antes de marzo se apuntaban cuatro o cinco personas cada mes, cuando vino la pandemia teníamos seis o siete llamadas a la semana”. Son personas que están entre los 40 y 50 años, que no han tenido una estabilidad laboral y algunas han caído en la irregularidad sobrevenida porque no han podido renovar sus permisos de residencia.

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