2020 está siendo un año de lo más atípico pero, tras un verano de rebrotes, la vuelta a la rutina por excelencia sigue siendo septiembre. Un mes de reactivación y finalización oficial de las vacaciones escolares, aunque no con las mismas implicaciones para todos. Tras el comienzo de la crisis sanitaria, las familias migrantes han percibido aún más obstáculos a la hora de acceder a sus derechos básicos.

La llegada de septiembre en los hogares de las familias migrantes no viene sólo de la mano de una precarización generalizada y una crisis de cuidados. También de una vuelta al cole convulsa y semipresencial, que evidencia aún más la brecha cultural y económica del sistema educativo. De la misma forma que no todos los hogares cuentan con medios electrónicos para llevar a cabo trámites telemáticos, tampoco cuentan con facilidades para poder atender de forma efectiva el curso escolar. Y no sólo por la brecha digital; de acuerdo con Sandra Hernanz, abogada de extranjería de UNAES, esta diferenciación en el acceso a la educación de los hijos de familias migrantes ya existía antes de la pandemia. Hernanz cuenta que estos niños y niñas son habitualmente derivados a clases de diversificación, donde la calidad educativa no es comparable a la que se recibe en otras aulas. Por lo tanto, su expediente curricular real no se equipara al de otros compañeros de su edad. Tampoco se invierte en traductores, ni se homologa de forma correcta los cursos que se hayan realizado fuera de España.

Según el informe más reciente del Ministerio de Educación y Formación Profesional para el curso 2017-2018, el 78.75% del alumnado extranjero estaba matriculado en colegios públicos, donde la ONG LEECP (Liga Española de la Educación y la Cultura Popular) denuncia la falta de financiación presupuestaria: «La mayoría de materiales para la interculturalidad son señalados por los centros como obsoletos y se basan en dossieres o libros. No identifican recursos materiales que les ayuden a poner en práctica los conocimientos». En relación a esto, Marga F; profesora de secundaria en Madrid, señala la importancia de la clase social en el desarrollo educacional. El nivel económico de las familias no sólo influye en la facilidad que tengan los alumnos de seguir el curso, sino también en el apoyo que puedan recibir en casa. «Muchas veces los padres de alumnos migrantes no pueden ayudarles porque tienen trabajos duros y no tienen tiempo. Además, muchas veces no saben cómo hacerlo porque no tienen estudios secundarios», señala la profesora. Marga también cuenta cómo antes, con las clases de diversificación, se podía atender mejor las necesidades de los alumnos extranjeros. Pero con la LOMCE, se han suprimido y se han instaurado los PMAR (Programas de Mejora para el Aprendizaje y el Rendimiento), donde también se separa a los alumnos del grupo ordinario, pero sin que tengan la posibilidad de acceder directamente al título de Educación Secundaria Obligatoria. «Nos venimos quejando desde hace años por la situación de abandono institucional, porque cada año hay menos dinero y atención», denuncia Marga.

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