una clase vacía

El alumnado sénior de las universidades de Catalunya, Comunidad Valenciana, Baleares y Andorra ha crecido de forma significativa en los últimos años y ya supone el 6% de la población universitaria. Se trata de un colectivo de 18.000 personas mayores de 50 años, integrado mayoritariamente por mujeres (el 67%), de los que seis de cada diez ya tenía estudios universitarios previos y que se matricula en estos programas formativos por los beneficios físicos, sociales y emocionales que le reportan.

Así se desprende de la investigación realizada por la Xarxa Vives de universidades y la facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés (URL) entre los alumnos de los programas sénior de 17 universidades para conocer el impacto social de estos estudios sobre sus participantes. Según Montserrat Garcia-Oliva, especialista en gerontología y autora principal del informe, la investigación evidencia que la formación universitaria impacta de forma positiva en la salud física y psíquica de estas personas, ayuda a romper mitos y estereotipos edadistas sobre las personas mayores (como que son poco flexibles, improductivos, seniles, sin intereses ni preocupaciones…) y promueve un envejecimiento activo porque amplía la vida social y cultural de esas personas.

El estudio pone de manifiesto, sobre todo, los efectos positivos de estos programas en las mujeres de más edad, que en su mayoría tienen poca formación previa porque tradicionalmente tenían menos oportunidad de ir a la universidad y han centrado su vida en el cuidado de los hijos y las tareas domésticas. “Para estas mujeres, estos programas para estudiar en la universidad suponen liberarse de los mandatos de género impuestos socialmente y mejoran mucho su autoestima y sus relaciones sociales y culturales”, explica Garcia-Oliva.

La edad media del universitario sénior son 68 años, y más de la mitad del colectivo se sitúa en la franja entre 60 y 69 años. En su mayoría están jubilados, aunque hay alguna persona en paro o que aún trabaja.

Según los estudiantes encuestados, estudiar en la universidad les ayuda a vencer temores y complejos, a reducir sentimientos de ansiedad o depresivos, a superar situaciones vitales traumáticas (enfermedad, pérdida de algún familiar, viudedad…), a mejorar su capacidad intelectual y de memoria, a ser más tolerantes, más receptivos a las nuevas tecnologías y a aumentar sus relaciones, sobre todo intergeneracionales.

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