Imagen de una mujer con sus cuatro hijos escribiendo

En casa de María hay un móvil para toda la familia: ella, su marido y sus cuatro hijos de 6, 11, 12 y 13 años. Ni tablet, ni ordenador ni impresora. La única ventana a Google y a las plataformas que conectan al alumnado con sus profesores y centros escolares es un móvil del que a diario extraen por turnos las tareas que los profesores encargan a cada uno de ellos. «Los mayores están en el IES Guadalquivir y los pequeños, en el colegio Albolafia», explica María, a la que le preocupa tanto llenar el frigorífico en tiempos de coronavirus como evitar que sus hijos se queden atrás en los estudios. «Iban muy bien hasta que pasó esto, pero no es lo mismo la casa que el colegio y menos si no tienen ni un ordenador, yo los veo desanimados y no les puedo ayudar porque muchas cosas ni las entiendo», explica María. Diego, de 12 años, quiere ser policía y María, de 13, maestra. «Nos levantamos temprano y hacemos lo que podemos», explica ella, «pero voy más retrasada que mis compañeros porque todo es por internet y yo no tengo ni tampoco puedo ir a casa de nadie». Contenta con los profesores de sus hijos, María asegura que recibe llamadas frecuentes del colegio para explicarles lo que tienen que hacer y se esfuerzan por ayudarles, «pero cuando te falta lo básico».

María del Mar tiene tres hijos de 3,4 y 8 años y el mismo problema. «Todos los días mandan dos o tres hojas por whatsapp porque no tengo ordenador y yo se las copio a mano para que ellos las respondan porque si no estarían todo el día nada más que para copiarlas». Según relata, encerrados en un piso pequeño, sus hijos llevan el confinamiento mal. «Les cuesta concentrarse, en el colegio están con otros niños, lo pasan bien, pero esto es un bajo, son muchas horas y no tenemos terraza, están nerviosos y duermen mal». La historia se repite en casa de Cipriana, madre de dos hijos, uno de ellos con una discapacidad intelectual. «Mi hijo necesita refuerzo escolar, las señoritas me dicen lo que tengo que hacer, pero yo no sé, no soy maestra ni logopeda y no puede ser lo mismo en la vida», explica, «no tengo ordenador ni tablet, me apaño como puedo con el móvil, pero tiene muy poca memoria y estoy todo el día copiando tareas».

Conscientes de la situación de las familias, en centros de Córdoba como el colegio Albolafia, el IES Averroes o el IES Zoco, los mismos profesores han creado un fondo de donativos con el que compran alimentos. «Lo primero es garantizarles la comida y a partir de ahí, trabajar el resto», coinciden sus responsables, que también se quejan de la lentitud de la administración a la hora de dar respuesta a las necesidades más básicas de las familias, desde alimentación a recursos digitales. La brecha digital ha dejado al desnudo la enorme brecha social que existe en ciudades como Córdoba, por la que se han sumido miles de familias de los barrios más humildes. En el CEIP Albolafia, el 100% de las familias carece de medios tecnológicos, algo que los profesores han intentado combatir preparando ellos mismos material didáctico que entregan junto a los lotes de comida que entregan a los padres de sus alumnos. «La brecha digital es terrorífica, pero en algunos casos entregar un ordenador no es la solución si luego no hay wifi o si la familia no sabe cómo manejarlo», explica el director, Ximo Roig.

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